EL DESCENSO DE JESÚS A LOS INFIERNOS
- estradasilvaj
- 29 abr
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Cada vez que recitamos el Credo, proclamamos algo tan desconcertante como esperanzador: «Descendió a los infiernos». Para muchos, esta frase suena a leyenda oscura o a episodio olvidado en el guion de la fe. Pero no: es una de las verdades más poderosas y revolucionarias del cristianismo. Jesucristo no solo murió, sino que bajó al corazón de la muerte. Y no como turista espiritual, sino como libertador.
«Porque también Cristo murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Fue muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu, en el cual fue y predicó a los espíritus encarcelados» (1 Pedro 3,18-19).
Cristo no fue a los infiernos a sufrir, sino a proclamar victoria. No bajó como vencido, sino como vencedor. Este descenso es un mensaje para quienes creen que el mal ha ganado, para quienes piensan que hay rincones donde Dios no llega.
Las Escrituras, aunque con lenguaje simbólico, dan pistas claras sobre este misterio.
- 1 Pedro 3,18-20: Jesús desciende en espíritu y predica a los "espíritus encarcelados". Aquellos que vivieron antes del diluvio, y podríamos interpretar, a toda la humanidad que esperaba redención.
- Efesios 4,9-10: «¿Qué significa que ‘subió’, sino que también descendió a las regiones inferiores de la tierra?»
- Salmo 16,10, citado por Pedro en Hechos 2,27: «No abandonarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea la corrupción».
Los primeros cristianos no veían esto como un detalle teológico menor. Lo celebraban como el triunfo total del amor divino.
- San Ireneo de Lyon: afirmaba que Cristo "reunió a todos los justos del Antiguo Testamento".
- San Cirilo de Jerusalén: nos dice que bajó no solo por los vivos, sino también por los muertos, porque «Dios no quiere que ninguno se pierda».
- San Gregorio de Nisa: describe a Cristo como el cazador que, disfrazado de cebo (humanidad), entra en el Hades para destruirlo desde dentro.
El n.º 634 del Catecismo de la Iglesia Católica lo resume así:
«Jesús bajó al seno de la tierra para que los muertos oyeran la voz del Hijo de Dios y los que la oyeran vivieran».
Y el n.º 633 afirma:
«Jesús, antes de resucitar, bajó a la morada de los muertos. Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido».
Hans Urs von Balthasar lo plantea con fuerza: Cristo descendió hasta la "noche del alma" humana, para redimir incluso el abandono y el silencio. Su descenso revela un Dios que no rehúye lo oscuro, sino que lo asume, lo atraviesa y lo ilumina.
En el imaginario cristiano primitivo, este momento es glorioso. Cristo irrumpe con luz en las tinieblas del Hades, toma de la mano a Adán y Eva, libera a Abraham, Moisés, David... Es el gran éxodo de los muertos.
«Cristo, con su cruz, destrozó las puertas del Hades» (Homilía antigua del Sábado Santo).
Jesús no fue vencido por la muerte: fue a destruirla.
«La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¡Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón?» (1 Corintios 15,54-55).
Icono de la Anastasis
En la tradición oriental, la Pascua se representa con Cristo pisando las puertas del infierno derribadas, sacando a los muertos de las tumbas. Es el icono de la victoria que no deja a nadie atrás.
La cruz: llave del Hades
La cruz, instrumento de tortura, se convierte en llave maestra que abre las celdas de la muerte. San Efrén canta: «Con su muerte, mató la muerte».
¿Qué nos enseña este episodio?
1. Cristo llega a los rincones más oscuros
No hay herida, trauma ni abismo que Cristo no pueda tocar. Su descenso es consuelo para quien se siente solo, olvidado, caído.
«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo» (Salmo 23,4).
2. Salvación más allá de la muerte
Para quienes lloran la pérdida de un ser querido o dudan del destino eterno, el descenso de Cristo es esperanza: Dios sigue actuando incluso tras la muerte.
«Ni la muerte ni la vida... podrán separarnos del amor de Dios» (Romanos 8,38-39).
3. Dios no se escandaliza de tus sombras
Cristo bajó a lo más bajo, para elevarnos. Nuestro pecado, nuestra noche, no son obstáculo para su gracia. Son precisamente donde quiere entrar.
«Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Romanos 5,20).
Acompañemos con esperanza
El cristiano está llamado a descender con otros a sus infiernos personales: una prisión, un hospital, una depresión. Ser presencia viva del que no abandona.
No temamos a la noche oscura
Muchos santos vivieron sequedad espiritual, dudas, silencios. Cristo también. Su descenso valida tu lucha. Tu fe también pasa por el silencio del Sábado Santo.
Evangelicemos desde las periferias
Hoy hay muchos "Hades": marginados, zonas de guerra, corazones endurecidos. Allí debe bajar la Iglesia, como Cristo, no a juzgar, sino a liberar.
Jesús no evitó el abismo, lo atravesó. Y nos dice: «Yo estuve allí, y salí victorioso». Este misterio no es pasado, es presente. Cada vez que experimentas una caída, un duelo, una oscuridad, recuerda: ¡ahí estuvo Él!
«Desperté... y aún estaba contigo» (Salmo 139,18).
Porque el amor de Cristo no se detuvo en la cruz: bajó hasta lo más hondo para que nadie quede fuera de su salvación.
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Puedes consultar también:
- [Catholic Central: He Descended into Hell](https://www.youtube.com/watch?v=2lwx7x--5S0)
- [El Icono de la Anastasis explicado (YouTube)](https://www.youtube.com/watch?v=ZFPK5Mkh2Z0)
- Canción para meditar
[Matt Maher - He Descended into Hell (subtítulos)](https://www.youtube.com/watch?v=VmE3aU0m7UE)




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