EL CAMINO SENCILLO DE UNA VIDA HUMILDE
- estradasilvaj
- 16 mar 2023
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Caminaba de prisa con las manos cargadas de compras del mercado, pues sabía que los niños pronto llegarían a casa. No los había visto temprano y seguro que sabían que yo cumplía años ese día caluroso de marzo.
Al pasar por la esquina noté algo extraño, no vi a Juanita.
Juanita es una señora muy linda, un poco mayor que yo. Siempre conversábamos mientras ella limpiaba la acera y regaba los árboles. La calle siempre limpia.
Jamás la vi enferma y nunca demostró algún dolor en su rostro. Sí me llamaba la atención que se reía con timidez y ocultaba quizás algunos pesares. Muy humilde y nunca la vi enojada o fuera de compostura.
A las pocas horas me dijeron que había fallecido de un paro cardíaco en el lavandero del patio. Cayó al suelo sin conocimiento aquella linda señora de cabellos claros y tierna mirada.
Hoy su cuerpo reposa en paz y los lamentos se apagaron tras una noche oscura y fría.
Anoche oré por ella y hoy escribo algunas reflexiones que su vida tan sencilla me enseñó:
* Vivir es un breve tiempo para amar con sencillez y humildad. Casi siempre andamos de prisa, lleno de angustias y preocupaciones. Una vida agitada no te hace feliz.
Vivir sencillamente no significa en la pobreza; vivir humildemente no significa en el abandono.
Es la sencillez y humildad del corazón, sentimientos tan hermosos y evangélicos que no te da el vivir cómodamente y con lujos.
La sencillez y la humildad te abre el corazón a la generosidad, a la compasión y a la sabiduría.
* Hablar bien de los demás. Es siempre difícil. Nos cuesta. Los aires de la sociedad moderna con todos sus mecanismos y medios que invaden nuestra privacidad, forma de pensar y de actuar, nos hacen perder la cultura del respeto hacia los demás.
Hay que hablar bien, aunque nos caiga mal. Hace más daño una opinión o palabra que denigra y destroza la dignidad de los demás. Está muy lejos de ser evangélico y cristiano.
Cuanto más daño hacemos con nuestra lengua a los demás, más daño y peor lo hacemos a nosotros mismos.
* Santificar la vida con actos sencillos, rutinarios. La rutina nos acaba y salimos huyendo al cine, al parque, a la casa de la amiga, a cualquier lugar con tal de escapar del aburrimiento. Tenemos el tiempo en nuestras manos y no sabemos darle buen uno.
El secreto de la santidad de un cristiano radica en vivir la rutina con alegría, no con enojos o mala cara.
Al hombre y mujer de nuestros días les agobia el silencio, la paz, la soledad y la espera.
Habrá tiempos que necesitaremos de ellos, porque la vida en el mundo será insoportable.
Santifique los días con sencillez y humildad de corazón, hablando bien del prójimo y honrando a Dios en el silencio y la paz.
Gracias Juanita por tu hermoso ejemplo de vida.

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