top of page

EL AFLIGIDO INVOCÓ AL SEÑOR Y FUE ESCUCHADO

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 30 abr
  • 2 Min. de lectura

En la penumbra de un día sin aurora,

cuando el alma se rompe y se evapora,

y el pecho es un templo sin alabanza,

el afligido clama con esperanza.

No hay testigos, sólo el cielo estremecido,

el viento lleva un suspiro vencido,

y entre ruinas de sueños sin abrigo,

una voz se alza: “¡Señor, ven conmigo!”

No grita fuerte, ni alza los puños,

no sacude el cielo con rencores impugnus;

más bien, con lágrimas suaves como rocío,

abre su pecho y ofrece su vacío.

“Oh Dios de Abraham, de Jacob, de Moisés,

¿dónde estás cuando tiemblan mis pies?

¿Dónde mora tu mano poderosa,

cuando la noche es más tenebrosa?”

Y entonces, en el más leve de los suspiros,

algo responde entre lirios y zafiros.

No hay trueno, ni fuego, ni zarza en ardor,

pero sí un consuelo que abraza el dolor.

El afligido siente en su carne quebrada

que no está solo en su dura jornada.

Hay una Presencia, fiel y callada,

una voz antigua, dulce y sagrada:

“Estoy contigo en cada caída,

en cada herida no comprendida.

Estoy contigo en tu llanto escondido,

en lo que el mundo nunca ha oído.”

Y aquel que lloraba en su rincón de piedra

siente que algo su corazón penetra.

No es magia ni huida del tormento,

es una paz que baja en el momento.

Ya no pregunta por qué tanto quebranto,

ya no maldice al cielo ni al espanto.

Ahora sabe, en la raíz del quebranto,

que Dios escucha hasta el más leve canto.

El afligido no es ya sólo un doliente,

sino un testigo de un Dios viviente.

Porque clamó desde el polvo y la miseria,

y recibió ternura, no materia.

“Yo soy el que ve tu dolor en secreto,

el que recoge tus lágrimas en cuenco.

El que bajó a Egipto por tus lamentos,

el que en la cruz cargó tus tormentos.”

Y así, del quebrado brota una canción,

que no viene del arte ni la razón.

Es un canto nacido del quebranto,

del que fue oído en medio del llanto.

“El Señor escucha al corazón que gime,

al alma que en la sombra no se reprime.

No desprecia al que cae rendido,

sino que lo llama: ¡ven, hijo mío!”

Y aunque el día no cambie de color,

y la espina siga clavada en su dolor,

el afligido camina con fervor,

porque sabe que no está solo en su clamor.

Hay un Dios que escucha sin condición,

que baja al barro con compasión.

Y en cada llanto que sube al Cielo,

desciende amor, desciende consuelo.

ree

 
 
 

Comentarios


Publicar: Blog2_Post

Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

50557600273

  • Facebook
  • Twitter
  • LinkedIn

©2021 por Brother George. Creada con Wix.com

bottom of page