DIGNO ES EL CORDERO
- estradasilvaj
- 3 may
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El libro del Apocalipsis, con su lenguaje simbólico y profundamente espiritual, suele generar tanto fascinación como desconcierto. Sin embargo, cuando se lo aborda con apertura y contexto, sus mensajes se revelan como extraordinariamente relevantes. Uno de los pasajes más sublimes y teológicamente densos es Apocalipsis 5,11-14, que describe un canto cósmico de adoración dirigido al Cordero. ¿Qué significa este canto? ¿Quién es el Cordero? ¿Por qué se lo proclama "digno"? Y sobre todo: ¿qué tiene que ver esto con nuestras decisiones, luchas, alegrías y desafíos del presente?
“Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los vivientes y de los ancianos; y su número era miríadas de miríadas y millares de millares, que decían con gran voz:
«¡Digno es el Cordero que ha sido degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza!»
Y oí a toda criatura en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y todas las cosas que hay en ellos, diciendo:
«Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.»
Y los cuatro vivientes decían: «Amén». Y los ancianos se postraron y adoraron.” — Apocalipsis 5,11-14
Este pasaje nos transporta a una liturgia celeste de magnitud indescriptible, donde toda la creación, unida en una sola voz, proclama la gloria de Cristo, el Cordero inmolado.
Apocalipsis 5 continúa la visión iniciada en el capítulo 4. Allí, Juan ve una puerta abierta en el cielo, y se le invita a entrar. Es una liturgia en curso: hay tronos, ancianos, seres vivientes y una atmósfera de adoración. Pero hay un problema: un rollo sellado con siete sellos que nadie puede abrir.
El capítulo 5 introduce al único que puede hacerlo: el Cordero degollado pero en pie, una imagen paradójica que revela la identidad de Jesús como el Mesías sufriente y victorioso. El hecho de que Él haya sido "degollado" y sin embargo esté "en pie" proclama la centralidad del misterio pascual: Cristo ha muerto, pero ha resucitado (cf. Ap 5,6; 1 Cor 15,3-4).
La figura del Cordero se conecta con múltiples tradiciones bíblicas:
-El cordero pascual del Éxodo (Éx 12), cuya sangre salvó a los israelitas de la muerte.
-El Siervo sufriente de Isaías (Is 53,7), llevado como cordero al matadero.
-El cordero para el sacrificio que Abraham profetiza a su hijo Isaac (Gn 22,8).
-El cordero de Dios que quita el pecado del mundo, como lo llama Juan el Bautista (Jn 1,29).
El Cordero es Jesús, y es "digno" no por imposición ni por una fuerza política o militar, sino por su entrega libre y amorosa. Su dignidad brota del amor radical que lo llevó a la cruz. Como dice san Pablo:
“Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas” (Flp 2,8-9).
La lista de dones que el Cordero recibe en Apocalipsis 5,12 —“poder, riqueza, sabiduría, fuerza, honor, gloria y alabanza”— no es un inventario decorativo, sino una coronación real. Es la manifestación de que la victoria sobre el mal y la muerte se alcanza mediante el amor sacrificado, no la violencia opresora.
Lo notable del versículo 13 es la amplitud cósmica del canto: "toda criatura en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar". Esta no es una alabanza limitada a creyentes, ángeles o santos, sino una proclamación universal: todo lo creado reconoce en Cristo al centro de la historia y del universo.
Este eco se encuentra también en Romanos 8,19-22, donde san Pablo afirma que “la creación entera gime con dolores de parto, esperando la revelación de los hijos de Dios”. Es decir: la creación misma ansía participar de la redención traída por Cristo.
Y en Filipenses 2,10-11 se profetiza:
“Para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.”
En un mundo donde el poder se idolatra, donde los imperios humanos se imponen por la fuerza, esta escena ofrece una alternativa radical: el trono legítimo pertenece al que fue degollado.
Es una crítica subversiva al poder del Imperio Romano, bajo el cual los cristianos eran perseguidos. En lugar de César, el centro del universo es el Cordero.
El trono de Dios y del Cordero es símbolo de justicia, misericordia y vida eterna. Allí no hay corrupción, manipulación ni intereses ocultos.
Esta visión no es solo un anticipo de lo que será el cielo; también es un llamado a vivir ya desde ahora en esa lógica del Cordero. Es una invitación a poner a Cristo en el centro de nuestras decisiones, relaciones y prioridades.
Es fácil decir “¡Gloria a Dios!” en un canto. Es más difícil darle gloria cuando el mundo se burla, cuando nos cuesta perdonar, cuando nos tientan el poder, el dinero o el ego.
La adoración verdadera implica:
-Rendirse a Cristo como Señor: no como figura religiosa decorativa, sino como centro real de nuestras vidas.
-Aceptar la lógica del amor que se entrega: incluso cuando parezca que el sacrificio “pierde”.
-Unirnos a la liturgia del cielo: viviendo la liturgia de la tierra con reverencia, alegría y fe.
-Proclamar la esperanza: en medio de las crisis, pandemias, guerras o decadencia social.
En nuestro diario vivir, ¿qué podemos aprender de este pasaje apocalíptico?
a) La dignidad no se mide por el éxito visible.
El Cordero es digno porque fue fiel hasta el final. En un mundo que idolatra la fama y la apariencia, esta visión nos recuerda que el valor real está en la fidelidad y el amor.
Vive con coherencia interior, aunque no seas aplaudido. Sé fiel a tus principios, incluso en pequeñas cosas.
b) No todo poder es legítimo.
Apocalipsis nos enseña a discernir entre el poder que viene de Dios y el que se impone sin amor.
No te dejes seducir por ideologías, líderes o movimientos que usen el miedo, la mentira o el odio. Pregúntate: ¿esto construye el Reino de Dios o lo reemplaza?
c) Adorar transforma.
Adorar no es repetir fórmulas: es una actitud que forma el corazón.
Reserva un momento diario para alabar a Dios. No para pedir, sino para agradecer y reconocer su grandeza. Eso cambia la manera en que ves tus problemas.
d) La creación también espera la redención.
El canto de toda criatura nos recuerda que el cristianismo no puede ser indiferente al cuidado del planeta.
Sé consciente de tu impacto ambiental. Recicla, consume con responsabilidad, y ve en la naturaleza un reflejo de la gloria de Dios.
e) El Cordero vence: no tengas miedo.
La historia no está a la deriva. Aunque el mal parezca tener la última palabra, el trono está ocupado, y quien reina es el que venció con el amor.
Cuando te enfrentes a injusticias o miedos, repite interiormente: “El Cordero reina. No estoy solo.”
Apocalipsis 5,11-14 no es solo una visión de otro mundo: es una invitación a cambiar el nuestro desde la alabanza, la fidelidad y la esperanza. El Cordero, que fue inmolado y ahora vive, es digno de toda alabanza, no solo con palabras, sino con nuestras vidas.
Tal vez no podamos cantar como los ángeles o postrarnos como los ancianos, pero sí podemos adorar en el trabajo bien hecho, en la paciencia con los otros, en el perdón ofrecido y en la lucha por la justicia. Cada vez que elegimos amar cuando sería más fácil rendirse, un eco de ese canto celestial resuena también en la tierra.




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