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DE LA SUPERFICIALIDAD A LA PROFUNDIDAD

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 30 ene 2023
  • 2 Min. de lectura

Me ha gustado la reflexión que ha escrito un clérigo español de una congregación cuya naturaleza histórica ha sido de gozar de una excelencia teológica como predicadores. Ha reflexionado sobre las lecturas del IV Domingo Ordinario del presente año.

Mientras leía aquellas anotaciones que acertadamente daban sabias reflexiones desde las lecturas bíblicas, recordaba los primeros meses del año pasado cuando todo el mundo cerró las puertas llenos de miedo y la angustia rondó por las calles como una peste que abatía sin remedio. Fueron así, muchos que cayeron bajo aquella sombra que se diseminaba como un gas venenoso mortal.

Cumplimos ya doce meses de semejante plaga y pareciera que el mundo no ha cambiado. No ha cambiado, porque aunque sólo llevan una máscara en el rostro sus habitantes, adentro, en su interior, se sigue viviendo de la misma manera.

El mundo ha girado y no dejará de hacerlo. Pero, el hombre, ¿podrá ser capaz de cambiar su interior? Porque es allí, en donde se fragua el bien y el mal.

He venido caminando por las calles al caer la tarde, atravesando dos pequeños barrios citadinos. Al paso, he visto a los predicadores con sus altavoces realizar sus discursos. No ha cambiado la prédica, sigue siendo la misma. Los templos católicos cerrados.

Me he preguntado: ¿Cómo podré ayudar a esta generación a encontrar a Dios en medio de tanta confusión, mentira y distracción? Porque los demonios de nuestros tiempos están revestidos de fantasía, ilusiones, vaciedades... Están escondidos.

El campo es tan inmenso, la tierra vive atormentada por vientos y lluvias... ¿Qué árbol podrá soportar estas tempestades que ciegan y ensordecen?

Si hemos venido leyendo la liturgia de inicios del tiempo ordinario, podemos descubrir la voz de Dios que nos alerta de nuestras propias flaquezas, pero también de la belleza interior que todo ser humano tiene que abonar todos los días. Somos a la vez, una jarra de barro y un diamante, siempre expuesto al sol para brillar o para endurecer el corazón.

Los cristianos, los bautizados en la fe de Jesucristo, quienes hemos recibido la luz verdadera tenemos una gran responsabilidad desde el hogar hasta cualquier otro punto o lugar donde nos encontremos. Porque, vivir la fe es decir a los demás, que para Dios todo es posible. Pero, Dios no va a obrar si cada uno no avanza en el camino que su Hijo nos ha señalado.

El predicador quedó en la calle, el templo cerró los portones, las campanas dejaron de sonar, el sacerdote tiene tanto miedo como todos los demás.

Tan solo te digo que no temas. Ve hacia adelante, mira hacia arriba, toma el arado, esparce la semilla del bien y el amor... Anda y camina, no arrastres los pies, ni te hagas el ciego o el sordo.

Deja de vivir en la superficialidad de un mundo frágil y vacío, y ahonda en la profundidad de tu interior, donde Dios te habla y renace las páginas de días llenos de valor y esperanzas, donde juntos podamos sacar del fango a tantos hombres y mujeres, atosigados de sus males.

No ha habido tantas señales del Cielo a nuestros ojos, que no podamos volver nuestro corazón a Dios, quien espera como un Padre al hijo que regresa de la perdición.


 
 
 

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