CÓDIGO BELEM
- estradasilvaj
- 11 dic 2022
- 2 Min. de lectura
Venían de muy lejos, habían viajado cientos de millas entre peligros y pueblos inhóspitos, en medio del inclemente sol arenoso y las frías y nevadas noches. Fascinados por un astro estelar.
Se alinearon los planetas y lumens celestes con gran reverencia, una luz mayor indicaba el lugar preciso que solo estaba cifrado para humildes y nobles.
La llegada era inminente, mientras la ciudad estaba sumergida en la Pascua. Todo se hizo pequeño para tan gran Embajador. No llegaría con deslumbre y fanfarrias, ni en carroza o cargado por esclavos en una silla mágicamente adornada, ni con ejércitos o caballería.
El astro brillante se detuvo en una pequeña ciudad, casi ignorada. Los elementos del orbe rindieron pleitesía y se abrieron como una concha del mar infinito.
Unos pastores vieron de lejos el suceso y movidos por la curiosidad bajaron hasta el lugar santo. Seres espirituales imperceptibles a los ojos humanos adoraban y cantaban: "Alleluya, alleluya! Santo, santo, santo! Gloria a Dios en lo Alto..."
Yacía entre trapos y al calor de bestias, un pequeño niño cuya madre abrigada en su pecho, al lado de un noble hombre. Pastores, reyes y humildes cabreros de las cercanías se quedaron llenos de paz y de una inmensa dicha en sus corazones.
El mensajero iluminado abrió el rollo y leyó el mensaje cifrado: "Hoy en la ciudad de David ha llegado la Luz; Luz de las naciones, Rey de reyes y humilde entre pobres y abandonados. Su aliento es el nuestro y su palpitar nuestro palpitar. En toda hora y tiempo oscuro, Él será el faro que conduce a puerto seguro y alzará al caído del suelo y derribará con su poder y gloria al poderoso y altivo. Sus manos son las nuestras, labradas en el trabajo y tesón. Sus pies, guías sabias de buen camino. Su palabra es vida nueva; su carne y su sangre victoria y redención... "
Mientras el Mensajero divino hablaba, los cielos se abrieron y mostraron los Nuevos Tiempos, la Plenitud encarnada en un pequeño y hermoso niño.
"No ceguéis tu mente, no envilezcáis vuestro corazón, porque un niño os ha sido dado".
La noche se alargó festivamente dando gracias todos, pequeños y grandes, compartiendo pan, vino y té de hojas secas hasta el amanecer de otro día con Él. Allí empezó todo. Belem, la ciudad de la luz sin fin.

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