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¡CUÁNTA OSCURIDAD!

  • Foto del escritor: estradasilvaj
    estradasilvaj
  • 8 jun 2022
  • 3 Min. de lectura

"La lámpara del cuerpo es el ojo.

Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras.

Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!." (Mateo 6:21-23)

Qué hermosa metáfora ha empleado Jesús al decir que la lámpara del cuerpo es el ojo.

Los ojos siempre dicen lo que ocurre en tu vida. No mienten, porque como bien prosigue Jesús, son la luz del cuerpo y acentúa diciendo: "Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!."

Hay muchos hombres y mujeres que viven sumergidos en la oscuridad. Sus ojos se han ennublecido y su interior sufre una gran agonía.

Hoy me he encontrado con una mujer policía y conversando con ella me ha dicho que yo soy "un puchito" -es la expresión que utilizan los gobiernistas para denigrar a las multitudes demócratas-.

He sentido una gran pena por ella, porque su marido es también un antimotín. La llaman la "guardia negra".

Sus ojos hablaban de un gran conflicto interno. Ha sufrido mucha violencia por su marido durante años y se convirtió en una policía. Increíble no? Reforzó la violencia que ya existía en su hogar. Conozco a sus pequeños hijos que han ido creciendo bajo un clima hostil. Hay quienes han aprendido a vivir en la violencia y no saben abandonarla.

Nuestro cuerpo es sabio. Nos alerta siempre de las amenazas que nos pueden causar daño. Las enfermedades son la expresión de un mal estado.

Entiendo que Jesús al decirnos que "la lámpara del cuerpo es el que ojo" quiere llamar la atención en la forma en que vemos a Dios, al mundo y a los demás. Porque Dios ve al corazón, mientras los hombres vemos lo exterior, lo aparente, lo que nos conviene. No es así?

Cuando dejamos que los males del mundo, los deseos inmoderados, las pasiones febriles y las ambiciones penetren nuestro interior y posean nuestro cuerpo, esa luz está oscura. Y si esa única luz lo está, será mucha la oscuridad.

Cómo entonces poder ayudar a una persona cuya luz está oscura? Bien. Tengo tres recomendaciones:

1. Que esa persona reconozca la necesidad de vivir en la luz. Es decir, no podemos ayudar a nadie si no está dispuesta a salir de los engaños y falsedades de la que es presa. De romper con esa clase de vida que lleva y que cree que es buena.

Muchas veces estas personas viven seducidas por el mal y necesitan que les mostremos el bien, que sus ojos puedan ver la luz del Señor. Porque para ellos su mundo vive encantado por las seducciones de lo fácil y lo cómodo, de lo sensual y pasajero, de lo mórbido y vanal.

Este paso no le será tan rápido, pues mientras no haya una honesta y profunda conversión, la percepción de sus ojos no será capaz de sanar a una mente y cuerpo apertrechados y dominados.

2. Haga sentir humana a la persona sufriente. Pues casi siempre la oscuridad es deshumanizante. Quienes han vivido en el alcoholismo y la drogadicción, en el odio y la maldad, en el crimen y la violencia, en el engaño y la mentira... Dan cuenta de una vida desgraciada y al borde del suicidio, despreciados y condenados para siempre por todos.

El gesto más humano del cristiano es sanar las heridas del que ha sido golpeado y maltratado, dejado casi muerto en el camino. Algunas veces basta escuchar y dar compañía a uno de ellos para que se sienta reconocido como ser humano.

Hay que consolar, pero también hay que romper con el verdugo, con el origen del mal. Romper significa desatar las cadenas, levantarse y caminar por sí solo hacia adelante.

La luz de Cristo humaniza, la del mal, bestializa.

3. Perseverar en la luz. Hay quienes caen de nuevo y regresan a una situación todavía peor.

Para perseverar en la luz tiene que abrir los ojos a aquello que permita a nuestro cuerpo, espíritu y mente vivir permanente en un estado de equilibrio, de idoneidad y aspiración ulterior. Los que están ya vencidos y no hayan sentido a sus vidas, es porque para ellos no existe una aspiración ulterior. El fatalismo es hijo de la muerte.

Deja entonces que tus ojos vean todo lo bueno que hay en Dios, en el mundo y en los demás.

Procura que ellos estén sanos, vean correctamente para que tu cuerpo también lo esté y haya luz, y así no estará enfermo y no habrá oscuridad. Porque quien vive en ella -la oscuridad- no necesita los ojos.

Por último, les diré que la oración sencilla y humilde es bien recibida. No toda oración es recibida.

Al terminar aquella conversación con tan querida amiga, le dije que no la olvidaba en mis plegarias y esperaba que la luz de Señor llenara sus vidas de paz y bien.

Supe al mirarla, cuánta oscuridad habitaba. Qué tarea me esperaba para recuperarla!

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