CUANDO LA VOZ ENMUDECE En memoria de un entrañable amigo

He recibido la noticia por la mañana. No sabía qué decir o cómo escribir lo que sentía en esos momentos.

Cuando la voz enmudece, el aliento se detiene y es como estar paralizado, helado en una borrasca. Cuando la voz enmudece, es como quedar en la avenida a medianoche, en medio de la oscuridad y el silencio. Cuando la voz enmudece, los recuerdos no llegan tan de prisa como el amor en la juventud. Cuando la voz enmudece, los latidos del corazón empiezan agitarse. Cuando la voz enmudece, pierdo los sentidos y se esfuman entre brumas y destellos de luces cegadoras. Cuando la voz enmudece, dejo de pensar y los sentimientos se ahogan en las emociones. Cuando la voz enmudece, no sé si caminar, gritar o llorar. Me ahogo amordazado.

Aquella noticia se fue hilando entre pensamientos y sentimientos mezclados con recuerdos del ayer.

Cuando la voz acalló, una lágrima escurrió mi mejilla. Sentí entonces, que por dentro mi mundo se revolvía entre la tristeza y la dicha, entre el dolor y el gozo... No sabía ciertamente adónde escapar.

Cuando la voz enmudece, me quedo quieto, respirando lento y apretando mis manos. Tan sólo así, recobro la sensatez y empiezo a arrastrar del pasado los más bellos recuerdos del amigo exánime. Porque un hermoso recuerdo, recobra el habla, enternece el alma, da paz al corazón y sabe esperar un mañana no tan distante donde haya gozo sin fin, donde no habita el dolor y el hambre, el odio y el engaño. Donde todo es más que amor del bueno. Donde la amistad se hace ave en los cielos infinitos. Donde sabré entonces, que tu recuerdo sigue vivo por siempre.

Y nos sentaremos juntos a contemplar la luz que nunca termina.