CONFÍA EN DIOS
- estradasilvaj
- 7 jun 2022
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He recibido varios mensajes pidiéndome oración por varias personas enfermas, en estado crítico e incluso, fallecidas.
Estoy sentado en el pórtico de la casa, rodeado de una relativa calma y silencio. En mis manos, el Breviario y el Santo Rosario. La noche va llevándose la bulla y el escándalo, mientras en lo alto la Luna ilumina proyectando en las calles las sobras de hombres caídos y cansados.
Le he dicho al Señor del Cielo:
"Padre, Señor Dios que todo lo ve y sabe. Los hombres están enfermos a tal punto de convertirse en su propio enemigo. No dejes que la codicia y la ambición triunfen, mientras millones padecen de hambre y recorren países como ríos huyendo de los desiertos y las tierras baldías.
No permitas que la ira y el odio ganen al amor, la perversión y la lujuria a la pureza de corazón.
El día ha dejado atrás la luz y muchos no lograron ver el ocaso. El mañana no aparece en los sueños, pues las flores del campo se marchitaron, su perfume quedó en la solapa de mi camisa.
En las calles oscuras, sucias y solitarias se esconden en la oscuridad lo despreciado, el indigente, el extranjero, el que no tiene voz... Languidece... Apenas susurra, pues quizás no verá la aurora.
Padre mío, que mi corazón entristecido y avergonzado, no decaiga, no se turbe ni atemorice por lo ignorado o desconocido. Pues hemos visto la puerta del mal y la seguimos, dejando la puerta de bien a un lado.
¡Ayúdame!, dame fuerzas para resistir, para combatir la maldad y la injusticia. Mi alma confía en Ti, Señor. Mis manos vacías tan sólo quieren seguir abrazadas a tu madero. Mis pies cansados, seguirte, y de rodillas implorar tu perdón.
Adónde iré sino donde Tú estás. Allí, donde está el caído, el herido, el hambriento, el abandonado, el triste y solo, el despreciado y tirado en la calle sin piedad. En el más pequeño y frágil, de ojos limpios y voz tierna, de manos y pies desnudos.
Mi alma espera en el Señor, pues mi corazón confía en en Dios que viene. El sacará mi vida del abismo de la muerte y no permitirá que caiga en la fosa para siempre.
¡Ven Señor!, llévame hacia ti. No me abandones a mi suerte. ¡Clávame a tu leño!, y herido, sabré que tu amor es para siempre. Entre las heridas de tu pecho, escóndeme. Sáciame de tu agua viva, pues la sed abrasa mis labios.
No dejaré que la noche se lleve lo más amado.




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