CON LA CABEZA EN EL CORAZÓN

Me cuesta dormir, por más que tomo tés, pastillas, escucho música... Nada. Cuando estoy rezando el Santo Rosario me caigo de sueño, pero apenas pongo la cabeza en la almohada, se esfuma.

Pienso que llevo en mi cabeza una carga muy grande que apenas mi corazón no sabe cómo salir de ella. Tantos rostros tristes y acongojados, decenas de nombres pidiendo oración y auxilio, historias muy duras de familias... El mundo sufre, está pasando un terrible escenario.

Entonces, es cuando siento que la vida es un camino donde no se puede avanzar a solas. Aunque tu vayas haciendo tus propias huellas, pero no tristemente solo. Y, aunque al final de los pasos que cada uno da en su recorrido, se halle solo. Hay siempre alguien que está a tu lado. ¿Sabes quién es? Dios.

Sólo pensando en Él, sintiendo su presencia en mi frágil humanidad, empiezo a reposar. Aunque sueños vengan y sueños van con realidades pasadas o presentes.

Repitiendo una y otra vez: Abba, Padre! Papito!; llevando con cada lalido del corazón aquellos rostros y nombres embutidos en mi cabeza ya agotada.