CALIZ BENDITO
- estradasilvaj
- 29 abr
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El cáliz de la bendición alzo con temblor,
rebosa vino de amor inmolado,
la sangre que brotó en la colina del pacto
me lava, me llama, me une a mi Señor.
¡Oh copa consagrada en la noche eterna,
donde el Cordero se hizo altar y ofrenda!
Tus labios de oro rozan mi carne impura,
y me transformas en templo de gloria.
Como rocío que desciende en el silencio,
así tu Sangre baja a mi interior:
gota divina del cielo derramado,
vino que embriaga de eterna redención.
Brotaste del costado herido,
fuente abierta para el sediento,
como el agua que manó en Meribá,
como la sangre del justo en el altar.
¿Quién soy yo, Señor del universo,
para beber de tu copa sagrada?
Pero Tú, Rey de la humildad infinita,
me invitas a tu mesa y me llamas amigo.
El cáliz que Tú bendijiste en la Cena
es alianza nueva, sellada en dolor;
el fruto de la vid, prensado en Getsemaní,
ahora es gozo, es paz, es resurrección.
Alzo mi copa en la asamblea de los santos,
mi alma canta con los redimidos:
“Tú nos diste tu Sangre por vino eterno,
tu carne por pan que vence la muerte.”
Como el ciervo busca las aguas vivas,
así mi alma ansía tu comunión;
porque en tu cáliz se esconde el misterio,
el Dios invisible, hecho don.
¡Oh sangre más preciosa que la de Abel!
Clamas por misericordia, no venganza;
has unido lo que el pecado desgarró,
y nos haces cuerpo, uno en tu amor.
Copa de salvación, me levantas del polvo,
me haces partícipe del Reino prometido;
y en cada sorbo de este divino vino,
siento que el cielo me habita por dentro.
Señor del Vino Nuevo, huésped de mi alma,
haz de mi vida una ofrenda eucarística,
que mis manos laven pies como Tú lo hiciste,
y mi voz proclame la Cruz que da vida.
El cáliz de la bendición no es solo recuerdo,
es fuego, es sangre, es vida derramada;
comunión santa con el Crucificado,
herencia eterna del que resucitó.
Bendito seas, Dios del Santo Banquete,
porque en tu Sangre nos haces uno;
alzo mi voz y mi alma en adoración:
¡El cáliz de la bendición es Cristo en mí!




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