TE PIDO NO HUYAS DE LAS ESPERANZAS
- estradasilvaj
- 16 mar 2023
- 2 Min. de lectura
Hoy por la tarde, me encontré con unas queridas personas. Ellas viven una experiencia muy dramática.
Cada una de ellas, nos narraba aquella encrucijada que todos en algún momento de nuestras vidas enfrentamos solos o juntos a los que amamos: la familia.
A medida que escuchaba sus testimonios, iba recordando las palabras bíblicas del Éxodo, Levítico y del Deuteronomio:
• «Conocéis la suerte del emigrante, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto» (Éxodo 23,9). • «No vejarás al emigrante» (Éxodo 23,9) • «No lo oprimiréis» (Levítico 19,34) • «No lo explotaréis» (Deuteronomio 23,16) • «No negarás el derecho del emigrante» (Deuteronomio 24,17) • «Maldito quien viole los derechos al emigrante» (Deuteronomio 27) • «Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto» (Deuteronomio 10,19) • «Al forastero que reside junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo» (Levítico 19,34). • «Cuando siegues la mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no vuelvas a re- cogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda» (Deuteronomio 24,17).
Porque, de esta manera podía comprender como Dios nos pide que no abandonemos a aquellos que se ven obligados a salir de su pueblo, de su país, lejos de su familia; o son desterrados o exiliados. Comprender, la solidaridad que Dios espera demos a estas personas.
Luego de conversar y de escucharnos mutuamente, les dije que NO PERDIERAN LAS ESPERANZAS. ¿Qué razones podía darles para pedirles semejante disposición? Recurrí a las palabras de Jesús y de Pablo citando:
• «Fui extranjero y me acogiste» (Mateo 25,35). • El buen samaritano (Lucas 10, 25-37) • La mujer sirofenicia (Marcos 7,24- 30), • El centurión (Mateo 8,5-10) • La mujer samaritana (Juan 4,5-42) • «Ya no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre porque todos sois uno en Cristo» (Gálatas 3,28).
Porque Jesús, fue también junto con sus padres extranjeros en tierra extraña; luego, nos habló de la actitud hacia ellos, de esas personas que muchas veces rechazamos por su color, lengua, raza... Jesús es sensible y demuestra no sólo su compasión, sino la fuerza de la esperanza y de la fe, la fuerza del amor.
Pablo, va más allá todavía. Nos dice que para Dios, que para ser de Cristo, llamarse "cristianos" implica un despojo de esos títulos, calificativos, incluso, de esos epítetos con los que nos diferenciamos actualmente hombres y mujeres. Porque para Dios, para Cristo no hay distingos.
Fue entonces, que nos dispusimos a buscar juntos formas de cómo apoyar a esas personas en su viaje, en la búsqueda de sus sueños... Un sueño es una vela en alta mar. Está en lo alto para ser vistos. Pero, somos nosotros los que manejamos la barca de nuestras vidas. Somos nosotros, el viento que ayuda a empujar ese sueño.
Esa tarde, calurosa, hallamos juntos las esperanzas y la fe que empezaba a perderse... Pues sólo el amor, podía salvarla.

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