LA ALDEA OLVIDADA
- estradasilvaj
- 11 dic 2022
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Todos los días bajaban al río por agua del manantial, en una quebrada donde corría un riachuelo rodeado de verdor. Venían cantando llenos de candor y alegría, saltando como pequeños cervatillos que libres corren por el bosque. Sus pequeñas voces se unían a los cantos de ruiseñores, cezontles, jilgueros, gorriones, alondras, golondrinas y el elegante cardenal que correteaban los aires atravesando los vientos gélidos del norte.
Cipreses y abetos se elevan como gran señores que desde lo alto vigilan la inmensa llanura. El campo alfombrado de cardos y azucenas, margaritas y correhuelas, amapolas y cártamos, y de multiformes gramíneas embellecían senderos y caminos. Los pequeños niños se reunían para contar sus historias y sueños entre risas y aplausos.
Vivían en una pequeña aldea, olvidada, entre surcos y montes. Pocas casas de tablas y tejas eran las posadas de familias que labraban el campo, criaban aves, cerdos y vacas. Por las mañanas el olor a pan horneado cubría la aldea, al despuntar el sol acompañado del canto del gallo y cacareo de gallinas que bajaban de los árboles.
La vida transcurría sin mayor noticia. Un día de esos, llegó un misionero, muy agotado y montado en un asno. Pequeña carga le auxiliaba y su sotana ya sucia y raída merecían un refrescamiento en las agua traslúcidas de la quebradita. Al verle, los niños dieron aviso y presto llegaron los mayores que cargando entre brazos hicieron baño, cama y mesa al visitante.
Un aletargado descanso hundió al mensajero en un profundo sueño.
Desde ese día, la aldea era cumbre de encuentros y festivales. Hombres y mujeres, niños y jóvenes buscaban asilo y paz en la pequeña aldea que escondía Dios en su inmensidad. Gloria a Dios en los cielos,
y paz a los hombres de buena voluntad!

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